El cine y el sexo

Presentación de «El cine y el sexo» 
(Introducción a la exposición y ciclo de cine en la Filmoteca de Catalunya)

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Sufriré por lo tanto con el otro, pero sin exagerar, sin perderme.
(Roland Barthes, 1977)

En la actualidad se asume, y con razón, que el erotismo y el amor están en crisis, que Eros (ficción y experiencia) agoniza debido a diversos motivos, como el hedonismo sin placer y la sobrevaloración de lo Optimo, o el enfriamiento de la pasión a favor del amor racional. Por lo tanto, nuestra época experimenta la progresiva anacronía del discurso erótico o amoroso. Pero el motivo más extendido y difícil de percibir, sería la erosión o desaparición progresiva del otro (el otro entendido como un átopos, un no-lugar; imposible de conocer y    poseer totalmente –de ahí su negatividad).

El vestigio del otro (o el tú) desaparece del todo a causa del narcisismo que nos repliega cada vez más en nosotros mismos. Pues bien, este movimiento de auto-inversión,  de caracol leibniziano, al cerrarse ante el otro cancela la experiencia erótica –en todos los ámbitos de la vida, ya que, por definición Eros se dirige al otro. Eros requiere que el yo salga de sí mismo y se ponga en segundo plano o incluso fuera de plano; gesto difícil en una sociedad en la cual el culto al Yo y al rendimiento desplaza al anacrónico Eros.

Sin embargo, pese a este turbulento pronóstico emocional de la cultura, han surgido respuestas y afirmaciones artísticas o filosóficas que intentan salir del reino de Narciso o al menos ponerlo en evidencia. 
El sexe al cinema 
es ante todo un trabajo de archivo o de costura de algunas de esas respuestas y afirmaciones de Eros. Este conjunto inacabado de fragmentos consiste en una serie de ilustraciones digitales inspiradas en fotogramas de filmes eróticos que se centran sobre todo en un gesto primario de la ficción erótica propuesta en el plano.

Podría decir que estas citas cinematográficas son –detectivescas– ya que siguen el rastro de Eros a través los cuerpos y la pasión sexual. Y de paso, indagan también sobre el sentido y la evolución de estas imágenes en el cine –imágenes que, como sabéis, no sólo narran un instante en la aventura amorosa y el deseo, sino que también nos informan sobre la evolución estética y moral, la censura y represión social,  la libertad y límite individual.
En este sentido, pretenden llamar la atención sobre las diversas figuras eróticas cinematográficas para enfatizar en la naturaleza
 performativa del erotismo y su confusa relación con la naturaleza
Además, como sabemos,  la sexualidad humana, en tanto que dispositivo de poder, está saturada de discurso; imágenes y fantasmas que, muchas veces, en lugar de integrarla a la vida cotidiana y expandirla,
 la igualan o la hacen estallar en oscuras soledades y castraciones enmascaradas… o neoconservadurismos que mantienen el status quo de unas determinadas relaciones de poder.

Ahora bien, los cineastas citados podrían ofrecer una contrarrespuesta visual y narrativa a estas arraigadas tradiciones, atavismos que al fin y al cabo, como el narcisismo, determinan nuestra condición humana. Estos realizadores, con sus películas ponen en duda o reafirman lo que suele parecernos erótico, dándonos así la posibilidad de disfrutar (si se da el caso) y de entender las imágenes de Eros:  Su obstinación, sus murmullos y gritos fijados en los pliegues del cuerpo representado y en la piel de la imagen. Epidermis imaginaria que en muchos casos acabará rasgándose. Sobre todo en este ciclo.

Así que, estas ilustraciones monocromas retoman los filmes de Kazan, Daldry, Denis, Kaufman, Cronenberg, Lynch y Haneke. Ficciones que insisten en afirmar y cuestionar este discurso, en teoría, inactual y anacrónico.  Ya que, el erotismo, representado como aglutinación fulminante de deseo, pasión y afirmación de la vida… hasta las últimas consecuencias, como diría Bataille, suele quedar desplazado, por la comedia sexual o la pornografía, cuyas imágenes mecánicas y fantasmagóricas están libres de toda sentimentalidad y pasión. En este sentido, Baudrillard afirmó que el porno es el festival y no la fiesta, además de ser, claramente, una parodia hiperrealista del sexo.  Anaïs Nin, en su libro Delta de Venus, llama a esta representación sexual desprovista de poesía: El sexo clínico, carente de la calidez del amor; expresado normalmente en el baile sincrónico de los sentidos y los acompañamientos o alicientes como la música, los olores, la atmósfera, etcétera. 
En este movimiento antierótico o advenimiento del sexo clínico, éste se hace
explícitomecánico y exagerado, perdiendo así todo su poder y su magia. Para Nin, por tanto, es una grave equivocación desvincular el sexo de las emociones, del deseo, de las fantasías, de los lazos personales y de todo aquello que cambia su color, sabor, ritmos e intensidades. Es decir, lo que hace del erotismo una experiencia particular y única, aunque se repita.

Esta visión poética o erótica del sexo defendida por Nin suele ir unida a una historia y un discurso amoroso. Pero como afirmaba Barthes, debido a la inversión moral en la posmodernidad, la sentimentalidad de ese discurso se ha vuelto anacrónica o irrisoria.

 Así que,  llegados a este punto y en el plano de la ficción cinematográfica, tal vez lo que pueda contrarrestar el anacronismo erótico-amoroso, el narcisismo y la normalidad que borra la alteridad –y con esto, repito, la experiencia erótica–, es nuestro querido Eros representado como un acontecimiento desastroso, que irrumpe violentamente en el yo replegado en sí mismo y lo expulsa hacia un afuera atópico. De hecho, hay casos en que el desastre podría ser la única salvación o salida,  como en los filmes “The reader”, “Crash”,  “Baby doll”, “Lost hihgway” y “Le pianiste”. O bien Eros podría ser una fuerza capaz (como dice cierto vidente) de abrir a los personajes a la alteridad y salvarles del aplanamiento y la disolución antierótica, como en los filmes “Un beau soleil intérieur” o “Henry and June”.

En síntesis, las películas mencionadas en El cine y el sexo, planean sobre estas imposibilidades y explosiones del erotismo. Cada una a su manera, proyecta la idea del otro como átopos, dibujando y narrando ese no-lugar, con honestidad, belleza y coherencia… Y ponen en escena la agonía y posibilidad de Eros: como imagen, discurso o como experiencia.

 

Bibliografía elemental:

Roland Barthes, Fragmentos de un discurso amoroso, 1993
Georges Bataille, El erotismo, 2005 y  Les larmes d’Éros, 1961
Jean Baudrillard, De la seducción, 1998
Simone de Beauvoir, ¿Hay que quemar a Sade?, 1955
Judith Butler, Deshacer el género, 2004
Sigmund Freud, Tres ensayos sobre la teoría sexual,  2006
Byung-Chul Han, La agonía de Eros, 2017
Anaïs Nin, Delta de venus, 2011

 

Fotos de la presentación:

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Carla Soza,
12 de abril, 2019

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